La última edición de la revista cultural Arcadia dedica un buen número de sus páginas a un especial sobre Barranquilla. Incluye muy acertadamente crónicas y reportajes sobre maravillosos artistas como la fotógrafa Ida Esbra, el músico Abelardo Carbonó, el periodista Heriberto Fiorillo y el Carnaval de las Artes, la artista gráfica María Isabel Rueda y el arquitecto y cineasta Luis Ernesto Arocha, entre otros. No sobra recomendar la lectura de la revista, y no solo por este número en particular.

Pero le tengo un cariñoso reparo: en lo que se refiere al panorama cultural en Barranquilla, pasan muy rápido por el tema del cine y el audiovisual. Una corta mención a la Cinemateca del Caribe, al Ficbaq y a los esfuerzos puntuales de las universidades Autónoma del Caribe y del Norte no alcanza ni hace justicia a lo que se ha venido construyendo. Y si bien falta mucho por hacer, vale la pena mencionar lo caminado.

La Cinemateca, por ejemplo, cumplirá 30 años en el 2016. A toda la labor de divulgación de un tipo de cine que escapa a los circuitos comerciales se suma la organización del Salón del Autor Audiovisual. Este evento, próximo a completar las dos décadas, ha reunido en la ciudad cineastas, académicos, productores, críticos, y en general a representantes de toda la cadena de la industria cinematográfica alrededor de proyecciones, conferencias, talleres y mesas redondas del más alto nivel. Sin temor a equivocarme, me atrevo a asegurar que no se ha dimensionado lo suficiente lo que un proyecto de esta magnitud significa para la ciudad. En el 2016 el Salón le apostará a reflexionar sobre las nuevas narrativas y espacios que el universo digital ofrece a los creadores.

Y precisamente, sobre los creadores es fundamental mencionar a Roberto Flores Prieto, ganador de festivales nacionales e internacionales con sus largometrajes Cazando Luciérnagas y Ruido rosa; a Iván Wild con Edificio Royal, al joven director de fotografía Juan Camilo Olmos con su laureado documental Persiguiendo al dragón, a empresas como Delatierra Producciones, al colectivo de realizadores Pimentón Rojo, a Murillo Films con su portal Onlinecolombia.tv, desde donde promueven la realización independiente (Murillo Films es igualmente la organizadora del floreciente Festival Internacional de Cine de Barranquilla, Ficbaq), a Harold Ospina y Cine a la Calle, a La Esquina del Cine, que fundó Ernesto McCausland y que se convirtió en productora, laboratorio y escuela; a los jóvenes que han ganado las becas del Portafolio de Estímulos Distritales y que ya están produciendo obras como el ambicioso cortometraje Blues72; a los talentosos estudiantes de las citadas universidades Autónoma y del Norte, que junto con los del Sena y la Escuela Distrital de Artes están dinamizando las narrativas en un Caribe urbano que necesita contarse.

Y se me quedan por fuera muchos nombres de los que tengo claros los rostros y el esfuerzo, a pesar de las malas jugadas que me hace la memoria. Entre otras, que no se nos olvide tampoco agradecer a pioneros como Álvaro Cepeda Samudio, Jaime Muvdi Abufhele, Juan De Biase, Miryam de Flores, Sara Harb, Julio Charris, Jorge Ruiz Ardila y tantos más.

Queda mucha película por rodar, muchas historias por contar, mucho cine por hacer.

Por ahora: ¡Corte!
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@alfredosabbagh